Cártel del agua saques el Lago de Chapala

Por: Sergio Villa Pérez

Cártel del agua saques el Lago de Chapala

El Lago de Chapala, principal proveedor de líquido vital del Área Metropolitana de Guadalajara, ha sido objeto del saqueo por la industria local, la venta de sus tierras ribereñas, cobro de infraestructura no realizada y desagüe de sustancias residuales sobre su cuerpo de agua; todo ello se desarrolla al amparo de los gobiernos estatales de Jalisco y Guanajuato.

Los problemas de abasto de agua en la Área Metropolitana de Guadalajara se intensificaron desde la década de los 70 del Siglo pasado, cuando aumentó la población, crecieron las actividades industrial, comercial y turística y hubo necesidad de realizar inversiones mayúsculas y de todo nivel financiero para extraer más recursos hidráulicos del Lago de Chapala.

Actualmente, la población de los municipios de Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque y Tonalá, que integran el Área Metropolitana de Guadalajara, se abastece con 5.5 metros cúbicos por segundo del Lago de Chapala, además de tres metros cúbicos por segundo de pozos y un metro cúbico por segundo de la Presa Calderón. Este flujo de agua, sin embargo, no satisface plenamente la demanda de la metrópoli jalisciense y ha sido necesario crear otros proyectos como el de la Presa de Arcediano, Río Verde y la Presa El Zapotillo.

Manuel Villagómez, presidente de la Fundación Cuenca Lerma-Chapala quien durante gran parte de su vida ha encabezado la defensa del Lago, denunció a un grupo de empresarios, exfuncionarios públicos y en servicio –principalmente de la Comisión Nacional del Agua (Conagua)– como los responsables del saqueo no solo de las aguas del Lago de Chapala, sino también de los recursos municipales, estatales y federales destinados a obras de infraestructura hidráulica.

Las denuncias de Villagómez incluso han vertido en la creación del nombre “Cártel del agua” para referirse a los integrantes de este grupo, quienes han simulado la implementación de grandes obras para dotar de agua a la población de ambos estados. Don Manuel Villagómez afirma que el “Cártel del agua” nació en la Conagua; aunque los operadores de las acciones abocadas a definir proyectos y conseguir los recursos fueron los respectivos directores de las comisiones estatales del agua en los gobiernos de Jorge Aristóteles Sandoval, de Jalisco y Diego Sinhué Rodríguez Vallejo, de Guanajuato.

Sin embargo, el dirigente de la Fundación Cuenca Lerma-Chapala identifica a Enrique Dau Flores, director general de la Comisión Estatal del Agua (CEA) –recientemente fallecido– como quien concibió el grupo; ya que cuando cambió la administración estatal, fue él quien invitó al actual gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, a mantener el status quo y a elevar a 105 metros de alto la cortina de El Zapotillo, pero con recursos del Gobierno Federal.

Hoy, las muertes de Sandoval y de Dau han dejado solo al gobernador de Jalisco; pero el experto asegura que éste ya se hallaba al tanto de las operaciones del “Cártel del agua” mediante el director de la Conagua, Cristóbal Jaime Jaques, quien heredó el cargo y las mañas de José Luis Luege Tamargo, así como de otros expertos, entre quienes mencionó a César Coll, quien hoy se encuentra en España.

Villagómez reveló que, durante 17 años, los vecinos de la zona del Río Verde y del Lago de Chapala han combatido a estos funcionarios mediante la interposición de amparos para detener la destrucción de pueblos y comunidades, algunos de los cuales incluso ya desaparecieron, como como fue el caso de Arcediano, que quedó sepultada en el fondo de los ríos Santiago y Verde, que se habían salvado pero que, con el tiempo, les ganó el “Cártel del agua”.

El ecologista aseveró que el Lago de Chapala es el principal objeto de las ambiciones para este grupo; y que sus intenciones han quedado al descubierto con la explotación del agua desde la cuenca del Lerma y con la ejecución de obras que nunca han funcionado, precisamente como las plantas de tratamiento y el segundo acueducto Chapala-Guadalajara.

Villagómez recordó que cuando se intentó la construcción de la Presa de Arcediano y después de nueve años y más de 700 millones de pesos erogados, el gobierno de Jalisco decidió cancelarla, dándole la razón tanto a la sociedad civil como a los académicos expertos en tecnología hidráulica, quienes siempre advirtieron acerca de la inviabilidad del proyecto.

Pero la presa Arcediano antes había borrado del mapa a un pueblo que llevaba ese nombre, hundido bajo sus aguas un puente histórico, miles de millones de pesos (mdp) en dinero público y, además, las ambiciones de varios desarrolladores inmobiliarios que iban a recrear su “nuevo Valle de Bravo” en la orilla de la ZMG.

Otro robo al erario

Entonces, el grupo dirigió sus baterías hacia la presa El Zapotillo, un enclave del Río Verde, en Los Altos de Jalisco, un embalse en el que querían construir una cortina de 105 metros de alto y con ello lograr un almacenamiento de más de 900 millones de metros cúblicos de agua, que ya estaba “pactada” para ser enviada a Guanajuato y su industria.

María González Valencia, integrante del Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (IMDC), destacó que los altos costos del proyecto para la presa El Zapotillo, en contraste con su durabilidad y su supuesto abastecimiento, han sido objeto de dudas por las poblaciones afectadas y las organizaciones civiles.

El IMDC asegura que todo el sistema acuífero involucrado con el proyecto de El Zapotillo –que incluye el acueducto Zapotillo-León, la presa El Purgatorio y su sistema de bombeo– tiene un costo superior a 71 mil 287 mdp. Pretende dotar de agua a la ZMG, pero su costo es contrario a sus tres propuestas de aprovisionamiento de agua: un sistema de captación de agua de lluvia, la reutilización de aguas negras y el rescate de manantiales.

Después de que las comunidades sociales se defendieron de la inundación de sus tierras (Acasico, Palmarejo y Temacapulín) la cortina de la presa El Zapotillo apenas alcanzó 80 metros de altura y con ello pudieron salvarse no solo los hogares de los 700 habitantes, sino también varios lugares históricos de la región. En esa ocasión, la derrota fue para el “Cártel del agua”.

Todo el dinero invertido en esa construcción fallida fue inversión pública.

Según datos de la CEA, hasta octubre pasado, el Lago de Chapala se encontraba al 81.4 por ciento de su capacidad, con un volumen de seis mil 427 millones de metros cúbicos de agua, su segundo mejor nivel de agua en la década y el tercero en lo que va del siglo. Fue el 29 de septiembre de 2008 cuando más agua hubo en su vaso, pues la cota alcanzó 96.72 y el cinco de octubre de 2010 su cota llegó a 96.62 por ciento de su capacidad.

 Sin embargo, el cuatro de mayo pasado estaba en franco declive. El director del Instituto de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Guadalajara, Hermes Ulises Ramírez Sánchez, informó que, este año, el nivel podría superar el 90 por ciento de su capacidad. “Se ha previsto que, tras los eventos naturales, en algunos años, el Lago esté a su máxima capacidad. Entonces no está fallando el sistema natural, sino el ser humano, por establecerse en una zona que no debió haber intervenido”.

Manuel Guzmán Arroyo, titular del Instituto de Limnología del Centro Universitario de Ciencias Biológicas Agropecuarias, sostiene que las presas de Guanajuato y Michoacán han sido fundamentales para la crecida. “En la cuenca hay 450 presas y nos damos cuenta del agua que está entrando a Chapala proveniente de éstas gracias a la vegetación acuática. Se empieza a llenar de lirio, además del que crece de forma natural en el Lago. También hemos identificado otra planta que es la lechuguilla, que solo se había visto en la costa de Guerrero y Michoacán y que podría significar un cambio de clima en la zona”.

El científico aclaró que la recuperación del Lago resulta fundamental porque trabaja como un termostato gigantesco que regula el clima en la región, además de que su ribera es un sitio de atracción para visitantes nacionales y extranjeros. Guzmán Arroyo coincide en que la recuperación del Lago de Chapala es natural y que en ella poco tuvo que ver el ser humano, ya que la extracción del líquido es constante para abastecer a la capital de Jalisco y las actividades agrícolas.

Según datos del Servicio de Información Alimentaria y Pesquera de la Sagarpa, entre 2010 y 2018, los 10 municipios de Jalisco y Michoacán que rodean el Lago han aumentado su extensión agrícola de 88 mil 137 a 96 mil 559 hectáreas y esta gran aportación debe sumarse a la dotación de agua al 60 por ciento de la población de la ZMG.

Un lago que se seca

Sin embargo, el estudio Dinámicas socio territoriales y agua en las comunidades ribereñas del Lago de Chapala, elaborado por académicos del Centro Universitario de la Ciénega (Cuciénega) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) revelan que, actualmente, la zona norte de la cabecera municipal de Jamay, gran cantidad de tierras antes cubiertas por el Lago ahora son utilizadas para la producción agrícola.

La investigación destaca que, aunque los agricultores saben que el agua puede reclamarles su espacio ya “aterrado”, la ribera del Lago en esa región está reduciéndose; y que la paulatina desaparición del espejo de agua está degradando el ecosistema y afectando a los pescadores, pues éstos tienen que entrar cada vez más.

Destacan los estudiosos del Cuciénega, en Ocotlán, Jalisco y de la Unidad Académica de Estudios Regionales (UAER) de la UNAM, en Jiquilpan, Michoacán, la importancia de la reducción en el nivel durante el estiaje, y su recuperación cuando se presente el temporal de lluvias en la cuenca Lerma–Chapala.

Pese a que el paisaje parece esperanzador, el Lago se contamina con arsénico, aluminio, cadmio y bacterias, según Agustín Verduzco, investigador del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).

“El promedio global de arsénico en el Lago de Chapala supera el parámetro de la Organización Mundial de la Salud (OMS); pero está permitido por la norma mexicana. Esto significa que para el Estado mexicano no hay necesidad de remover el arsénico del Lago, pero para la OMS representa una amenaza a la salud”, aseveró.

Por su parte, Jorge Malagón, director del Organismo de Cuenca Lerma-Santiago-Pacífico, de la Conagua, indicó que la situación de esta cuenca resulta complicada y que todas las acciones adoptadas para mejorarla “han quedado cortas”.

Explicó que para evitar que las comunidades de la ribera norte tomen agua del Lago de Chapala se han acelerado los trabajos para crear otras alternativas de abastecimiento: “Acabamos de terminar un sistema de agua, un pozo, para la localidad Agua Caliente (donde se han presentado casos de insuficiencia renal), y haremos obras para que sus habitantes tengan agua potable, no de la laguna, sino del suelo”.

El funcionario de la Conagua informó que las fuentes de contaminación son la agricultura y el río Lerma, que viene contaminado por la industria de Salamanca, Guanajuato.

“Una parte importante de lo que tiene el Lago son cuestiones bacteriológicas, porque falta construir plantas de tratamiento. Por ley, los municipios son los responsables de dar servicio de agua, hacer recolección de la descarga y el saneamiento; pero difícilmente tienen recursos para operar las plantas. Urgen políticas públicas al respecto”, señaló el investigador.

Pero no solo el Lago de Chapala ha sido afectado por la invasión de sus riberas por inmobiliarias y funcionarios que negocian con infraestructura hidráulica; también ha resultado afectada la enorme población de los municipios de Guadalajara, Tonalá, Zapopan, Tlaquepaque, Tlajomulco, El Salto y Zapotlanejo, que integran el Área Metropolitana de Guadalajara.

“Las políticas de gobierno, ambiguas y mentirosas, no dicen lo qué pasa realmente con el Lago de Chapala. Las estaciones hidrométricas no están funcionando, están prácticamente abandonadas”, aseguró Manuel Guzmán Arroyo, director del Instituto de Limnología, de la Universidad de Guadalajara, quien además reveló que del Lago se extraen 18 metros cúbicos por segundo como mínimo; y que el 50 por ciento del agua destinada a Guadalajara se pierde por las malas condiciones del sistema de conducción que está “viejo y malhecho”.