En los Estados Unidos, sigue creciendo la explotación del trabajo infantil

En los Estados Unidos, sigue creciendo la explotación del trabajo infantil

Hace unos días, el periódico Boston Globe publicó una nota titulada “Flexibilización de las leyes de trabajo infantil”, en la que se denuncia el empleo de niños inmigrantes de tan solo 13 años en rastros de todo el país pertenecientes a la empresa empacadora Packers Sanitation Services (en español, algo así como Servicios de Empacadora Higiénica), ubicada en Grand Island, en el estado de Nebraska, Estados Unidos. De acuerdo con la nota, los pequeños trabajaban en el turno nocturno, durante el cual debían limpiar la sangre y la grasa de res del piso resbaladizo donde se mataban a los animales, utilizaron mangueras de alta presión, agua hirviendo y espumas y ácidos industriales, lo cual causó en varios de ellos quemaduras químicas y ampollas en la piel. También debían desinfectar los cuchillos eléctricos, los desolladores de grasa y las pesadas sierras de 86 kilos que los trabajadores del matadero usan para dividir los cadáveres abiertos de las vacas.  

A pesar del dolor que sufrían por las quemaduras y ampollas en su piel, y de tener que acudir a la escuela en tal estado después de trabajar toda la noche, los pequeños nunca se quejaron por miedo a perder su empleo y, en consecuencia, no poder ayudar a sus padres con el gasto familiar; por un trabajo de este tipo, se pueden llegar a ganar hasta 22 dólares por hora, es decir, alrededor de 396 pesos mexicanos. Muchos de los casos fueron descubiertos por enfermeras y maestros de la escuela de la localidad, quienes además de notar quemaduras y heridas abiertas en los niños, declararon que por agotamiento se quedaban dormidos durante las clases. ¿En qué terminó este caso? Pues terminó en que los niños de la empacadora “higiénica” se quedaron sin empleo y que el Departamento del Trabajo se limitó a multar a la empresa con un millón y medio de dólares que, para el número de sucursales con que cuenta y la cantidad de trabajadores que le dan plusvalía, es como quitarle un pelo a un gato.

Pero ¿en qué consiste la flexibilización de las leyes de trabajo infantil en Estados Unidos? El Boston Globe menciona, entre algunos ejemplos, al estado de Arkansas, en donde había una decena de niños inmigrantes trabajando en una de las sucursales de la empresa mencionada. La gobernadora y los legisladores republicanos ajustaron a los intereses del capital las leyes de trabajo infantil en dicho estado, estableciendo que las empresas no están obligadas a verificar la edad de los niños que contraten ni a obtener el consentimiento de los padres o tutores para que los pequeños puedan trabajar. Y aunque todavía prevalecen algunas prohibiciones laborales de carácter federal, como la de emplear niños y adolescentes menores de 18 años para ciertas actividades peligrosas y la limitación en el número de horas que puedan trabajar, en el caso de este estado y de la empresa en cuestión de nada sirvieron. Un ejemplo más es el del estado de Iowa, en donde bajo un proyecto de ley se propone que si un niño resulta herido o muerto mientras desempeña su trabajo, la compañía no será responsable.

Según el periódico The Post, las violaciones del trabajo infantil se han disparado, casi cuadruplicándose desde 2015, debido a una combinación tóxica de varios elementos: los empleos indeseables que los estadounidenses evitan porque los consideran degradantes, de la escasez de mano de obra en todo el país y de la disposición de algunas compañías a denunciar a los trabajadores indocumentados; sobre este último elemento, vale la pena no caer en el error de creer que los señores capitalistas dispuestos a denunciar son muy rectos y siempre se apegan a la ley, más bien se trata de su enojo al no poder competir en igualdad de condiciones, pues quienes sí contratan trabajadores indocumentados, pagan salarios más bajos y se llevan una plusvalía mayor. Por su parte, el diario New York Times caracterizó la nueva crisis de trabajo infantil en Estados Unidos, “como una fuerza laboral en la sombra de niños migrantes empujados a mataderos, sitios de construcción y fábricas para trabajar en algunos de los trabajos más exigentes de los Estados Unidos.

Carlos Marx, quien dedicó varios años de su vida a estudiar el capitalismo en Inglaterra, el país económicamente más desarrollado de su época, en su obra titulada precisamente El Capital, cuyo primer tomo fue publicado el 25 de junio de 1867, da cuenta de los horrores del trabajo infantil y sus terribles consecuencias sobre la niñez citando puntualmente los reportes de los inspectores de fábrica, que publicaba semestralmente el Parlamento inglés, así como los de la Comisión de Empleo Infantil del mismo Parlamento. Los capítulos VIII y XIII, son bastante ilustrativos del infierno que vivieron millones de pequeños ingleses e irlandeses en las fábricas, en las minas, en el campo, en el trabajo a domicilio, en fin, en todo aquello en donde el capital irrumpía. Han pasado 156 años y El Capital de Marx sigue tan vigente como cuando se publicó, solo que ahora el horror y el abuso de los más vulnerables que apenas empiezan a vivir, se ha trasladado a los Estados Unidos, quien imparte por todo el mundo lecciones de democracia y derechos humanos. Ahí, el capitalismo en su fase superior, el imperialismo, se muestra incapaz de resolver el problema que le implica la exigencia de sus capitalistas de obtener cada vez más plusvalía y la escasez de mano de obra estadounidense que existe en todo el país. Por lo pronto, sigue echando mano del trabajo infantil, tanto de su país como de otros, en donde México ocupa un papel preponderante, que también son incapaces de ofrecer un trabajo digno y bien remunerado a sus habitantes en edad de trabajar.

Ciudad de México, a 1º de abril de 2023.